Pedir a una mujer que
analice o intente arreglar sus propias emociones es una negación de
su esencia femenina, que es pura energía en movimiento, como el mar.
Ella puede aprender a rendir su estado de ánimo a Dios, puede aprender a abrir su corazón en medio del cierre, puede aprender a ampliar sus límites y a confiar en el amor, pero nunca «arreglará» nada analizando su «problema».
Ella puede aprender a rendir su estado de ánimo a Dios, puede aprender a abrir su corazón en medio del cierre, puede aprender a ampliar sus límites y a confiar en el amor, pero nunca «arreglará» nada analizando su «problema».