Cuando un hombre ve a una
mujer hermosa, es natural que sienta energía en su cuerpo, que
generalmente interpretará como deseo sexual.
En lugar de dispersar esta energía en fantasías mentales, el hombre tendría que aprender a hacerla circular por su cuerpo. Debería respirar plenamente y hacer que la energía se moviese por su cuerpo.
Habría de tratar este incremento de energía como un regalo que puede sanar y rejuvenecer su cuerpo y, a través de su servicio, sanar el mundo.
De este modo, su deseo se convierte en plenitud del corazón, su lujuria, en servicio.
No convertirá su deseo negando la atracción sexual, sino disfrutándola plenamente, haciéndola circular por su cuerpo (sin dejar que se estanque como fantasía mental) y devolviéndola al mundo desde su corazón.
En lugar de dispersar esta energía en fantasías mentales, el hombre tendría que aprender a hacerla circular por su cuerpo. Debería respirar plenamente y hacer que la energía se moviese por su cuerpo.
Habría de tratar este incremento de energía como un regalo que puede sanar y rejuvenecer su cuerpo y, a través de su servicio, sanar el mundo.
De este modo, su deseo se convierte en plenitud del corazón, su lujuria, en servicio.
No convertirá su deseo negando la atracción sexual, sino disfrutándola plenamente, haciéndola circular por su cuerpo (sin dejar que se estanque como fantasía mental) y devolviéndola al mundo desde su corazón.